Cómo cuidar hierbabuena: una planta aromática, fresca y llena de beneficios naturales

Fuerte, agradecida y sencilla, es una de las aromáticas más fáciles de mantener

Aprende cómo cuidar la hierbabuena en casa.

Originaria del Mediterráneo, la hierbabuena —Mentha spicata— pertenece a la misma familia que la menta, aunque tiene un aroma más suave y dulce. Crece rápido, se adapta a diferentes espacios y, con pocos cuidados, puede acompañarte durante todo el año.

En jardines, balcones o cocinas luminosas, aporta frescor y una sensación de vida que conecta con lo natural y lo cotidiano.

Dónde colocarla

La hierbabuena necesita luz abundante, pero sin sol directo durante las horas más intensas del día. En climas templados o mediterráneos, puede crecer perfectamente en el exterior, en una zona semisombreada y bien ventilada. Si la tienes en interior, colócala cerca de una ventana luminosa y gírala de vez en cuando para que crezca de forma uniforme.

Durante los meses más fríos, conviene protegerla del viento y del exceso de humedad. Si bajan mucho las temperaturas, puedes trasladarla al interior y mantenerla junto a una fuente de luz natural.

Cómo regarla correctamente

La hierbabuena necesita tierra fresca y húmeda, pero nunca encharcada. Lo ideal es regarla de 2 a 3 veces por semana en verano y reducir la frecuencia en invierno, dejando que la capa superficial del sustrato se seque entre riegos.

Un truco sencillo: si al tocar la tierra notas que aún está ligeramente húmeda, espera un día más antes de regar. El exceso de agua es el error más común y puede pudrir las raíces. Para mantener la humedad sin abusar del agua, puedes añadir una capa de fibra de coco o corteza triturada sobre el sustrato.

Poda y mantenimiento

Podar la hierbabuena es esencial para mantenerla sana y frondosa. Corta las puntas con frecuencia, especialmente las que empiezan a florecer: así favoreces que la planta se ramifique y produzca hojas nuevas. Si la dejas florecer, perderá parte de su aroma, aunque las flores atraen abejas y polinizadores.

Cada dos o tres semanas, elimina hojas amarillas o secas y recorta los tallos más largos para conservar una forma compacta. Durante el invierno, una poda ligera ayudará a que rebrote con más fuerza en primavera.

Sustrato y abonado

La hierbabuena prefiere una tierra rica, ligera y con buen drenaje. Puedes preparar una mezcla casera con:

  • 60 % de sustrato universal
  • 30 % de compost orgánico
  • 10 % de perlita o arena gruesa

En primavera y verano, aporta abono orgánico líquido cada 15–20 días, como compost, humus de lombriz o extracto de algas. Y evita los fertilizantes químicos, que pueden alterar el sabor y aroma natural de las hojas.

Trasplante y multiplicación

La hierbabuena crece rápido, y sus raíces tienden a expandirse. Conviene trasplantarla una vez al año, preferiblemente en primavera, a una maceta un poco más grande o a tierra firme.

Si quieres multiplicarla, corta un tallo de unos 10 cm, retira las hojas inferiores y colócalo en agua. En pocos días emitirá raíces. Después, plántalo en una maceta con sustrato húmedo y verás cómo prende con facilidad.

Problemas comunes y cómo prevenirlos

  • Hojas amarillas: exceso de agua o falta de luz.
  • Hojas con manchas blancas: exposición solar demasiado intensa.
  • Plagas (pulgón o araña roja): se eliminan fácilmente pulverizando una mezcla de agua con unas gotas de jabón potásico o vinagre diluido.

Renueva la planta cada dos años si notas que pierde vigor: la hierbabuena envejece rápido, pero también se regenera con facilidad a partir de esquejes.

Cómo aprovecharla

Además de su belleza, la hierbabuena tiene propiedades digestivas y refrescantes. Puedes añadir sus hojas a infusiones, ensaladas, cócteles o postres, o simplemente dejar un pequeño ramillete en la cocina para perfumar el ambiente. Córtala siempre por la mañana, cuando el aroma es más intenso, y consérvala en un vaso con agua o en la nevera, envuelta en un paño húmedo.

Cuidar la hierbabuena es un gesto sencillo que aporta frescura, salud y calma al hogar. No exige mucho: solo luz, agua moderada y atención. A cambio, regala aroma, verdor y una sensación de vida que transforma cualquier rincón. Porque en lo cotidiano —como en las plantas más humildes— también habita la belleza.