Alejandra Coll, experta en plantas: “Mi abuela con 90 años todavía podaba ella misma su terraza”

La diseñadora vegetal Alejandra Coll reivindica el valor emocional de cuidar plantas

Alejandra Coll, fundadora de Asilvestrada.

Hay gestos cotidianos que se heredan sin saberlo. Pasar la mano por una hoja, podar una rama o colocar un tiesto junto a la ventana son pequeñas rutinas que, con el tiempo, acaban convirtiéndose en una forma de estar en el mundo. Para Alejandra Coll, diseñadora vegetal y fundadora de Asilvestrada, ese vínculo con la naturaleza nace de la memoria, de los espacios donde las plantas siempre han estado presentes y donde cuidar de ellas era también una manera de cuidar de la vida misma.

El vínculo emocional con las plantas comienza en casa

Mi abuela y mi madre siempre han tenido preciosas sus terrazas y cualquier espacio exterior, incluso cuidando algunas plantas ellas solas. Mi abuela con 90 años todavía podaba ella misma su terraza y era muy común ver tijeras y guantes de jardinería por su casa”, recuerda. No lo dice como una anécdota, sino como una enseñanza. En ese gesto cotidiano de su abuela hay una lección sobre el paso del tiempo, la constancia y la belleza de lo que crece despacio.

También hay recuerdos de infancia que marcaron su forma de entender su trabajo. “Recuerdo un árbol en mi infancia, un sauce llorón en medio del jardín de nuestra casa familiar en la montaña que presidía todas las actividades exteriores. Entendí que las plantas no son un objeto decorativo estático, sino compañeras vivas que crecen con nosotros. Esa mirada está muy presente en mi trabajo en Asilvestrada.”

Las plantas como compañeras vivas

Para Coll, las plantas son una extensión emocional del hogar: “aportan claramente un bienestar físico y emocional. Purifican el aire, suavizan la acústica, regulan la humedad ambiental… pero, sobre todo, crean un vínculo con la naturaleza dentro del hogar”, explica. Esa conexión, tan sencilla como regar, podar o trasplantar, tiene un poder reparador. “Nos recuerdan que habitamos un entorno vivo y que cuidar de una planta es también una forma de cuidarnos a nosotros mismos.”

Su trabajo en Asilvestrada nace de esa convicción: que el diseño vegetal no consiste solo en decorar, sino en reconciliar a las personas con su propio ritmo natural. En un mundo acelerado, cuidar de una planta implica volver a mirar el tiempo con paciencia. Observar cómo brota una hoja nueva, cómo se marchita otra, cómo el ciclo sigue su curso sin prisa ni ruido.

Se podría decir que las plantas son maestras silenciosas. “Nos enseñan a estar presentes, a entender que todo necesita cuidado y que lo bello también requiere tiempo», sentencia. Quizá por eso, cuando piensa en sus proyectos, lo hace como si cultivara vínculos más que espacios. Porque, al final, un hogar lleno de vida verde no solo se ve más bonito: se siente más vivo.