El cambio de estación trae consigo una transformación silenciosa. La luz se vuelve más baja, los días se alargan hacia dentro y los colores cobran otra profundidad. Este otoño-invierno, la casa se viste de tonalidades que hablan de equilibrio, recogimiento y naturalidad. La paleta se mueve entre lo terroso y lo vibrante, entre la serenidad de los neutros y la energía contenida de los acentos más intensos.
Cada color parece susurrar una forma distinta de habitar el invierno.
1. Mostaza: el sol que permanece

El mostaza conserva el calor de los meses luminosos y lo lleva al interior de la casa. Tiene la luz del mediodía y la calma de los objetos antiguos. Funciona en textiles, cerámicas o paredes, y aporta una sensación de confort que no se impone, sino que acompaña. En espacios neutros, añade un toque de vitalidad suave, como un rayo de sol que se filtra en los días grises.
2. Uva: elegancia que abraza
El uva es profundo sin resultar oscuro, sofisticado sin perder cercanía. En salones o comedores, su presencia crea una atmósfera envolvente y silenciosa. Combinado con lino natural, piedra o madera clara, se vuelve una declaración de equilibrio. Un solo objeto o una pared en este tono basta para transformar el espacio con serenidad y presencia.
3. Verde oliva: naturaleza en reposo

Entre el verde lima y el caqui, el verde oliva mantiene viva la conexión con lo natural. Es el color del campo tras la lluvia, del follaje que envejece con dignidad. Funciona en paredes, tapizados o pequeños acentos y se lleva bien con beiges, arenas y grises suaves. Un color que no busca destacar, sino acompañar, como una respiración pausada dentro de casa.
4. Marrón chocolate: profundidad cálida

El marrón oscuro regresa con fuerza como base de los interiores más tranquilos. Evoca la tierra, el cuero y el cacao, y transmite una sensación de estabilidad y arraigo. En combinación con materiales naturales —lino, algodón, madera— aporta textura y equilibrio. Perfecto para crear espacios que abrigan sin saturar, donde el confort se confunde con la elegancia.
5. Rojo y negro: el diálogo entre energía y calma
La unión del rojo y el negro no busca dramatismo, sino contraste. Juntos crean ambientes con carácter, donde la energía del color encuentra un equilibrio sereno. En pequeños detalles —una lámpara, un jarrón, una pieza textil—, esta combinación aporta profundidad visual y un aire contemporáneo. Un gesto de fuerza que no necesita palabras.
6. Rosa claro: luz y suavidad

El rosa empolvado o pastel sigue siendo un refugio para la vista y el ánimo. En textiles, muros o complementos, suaviza el ambiente sin perder personalidad. Combina con grises cálidos, blanco roto o madera clara, y transforma cualquier estancia en un espacio más luminoso. Su efecto es inmediato: calma, serenidad y una sensación de hogar vivido.
7. Azul eléctrico: acento de vida

El azul eléctrico rompe la quietud invernal con una nota de energía vibrante. Usado en pequeñas dosis, despierta los interiores más sobrios y aporta modernidad sin frialdad. Un sillón, un cuadro o una pieza cerámica bastan para atraer la mirada y renovar la atmósfera. Es el color que oxigena, que limpia visualmente, que recuerda que el invierno también puede ser luminoso.
Este otoño-invierno 2025-2026 propone mirar los espacios desde la emoción, no desde la norma. Colores que evocan tierra, cielo, fruto o fuego conviven para construir una sensación común: la del bienestar sereno. Porque más allá de la decoración, el color es también una forma de cuidar cómo se siente el hogar.