Hablar con uno mismo es difícil; sobre todo hablarse bien. Seguro que, como yo, más de una vez te has despertado con pensamientos poco amables, pesados o directamente con el runrún de las obligaciones que se avecinan. Y aunque a todos nos gustaría empezar el día con frases motivadoras, la realidad es que, algunos días, cuesta. Sin embargo, lo que las expertas en bienestar y psicología repiten siempre es lo siguiente: las mañanas construyen el resto del día, y también la noche.
Por eso, construir un hábito consciente antes de las 10 de la mañana puede marcar la diferencia. No hablo de grandes rituales complicados, sino de algo tan sencillo como recordarnos lo que tenemos y dar las gracias por ello. Parece un detalle cualquiera, incluso menor, pero en el fondo es un gesto poderoso para nuestra mente.
Cómo empezar cada día con gratitud
Cuando abres los ojos por la mañana y eliges detenerte un momento en aquello que agradeces —la salud, el café que te espera en la cocina, el abrazo de un ser querido, incluso el sol que entra por la ventana— estás diciéndole a tu mente: “hoy será un buen día, porque tengo motivos para que lo sea”.
No se trata de compararse con la suerte de otros, ni de celebrar grandes hitos. Al contrario. En esta rutina, basta con agradecer lo que ya está aquí, incluso a ti. Sí, también es importante darse las gracias a uno mismo: por el esfuerzo, por la constancia, por levantarse cuando cuesta más de lo habitual. Sin duda, un hábito que ayuda a fortalecer el carácter, proteger la mente y hace más llevaderos los días en las que nada parece encajar.
Tiffany Sauber Millacci, Ph.D., lo explica con claridad en sus estudios y artículos: la gratitud no solo genera emociones positivas, también reduce el estrés y mejora las relaciones con otros. Practicarla nos ayuda a entrenar el cerebro para ver lo bueno, sin negar las asperezas, pero dándoles menos protagonismo.
Rutina de higiene emocional
Al igual que nos lavamos los dientes, nos duchamos o desayunamos, este gesto puede convertirse en un hábito que forme parte de tu “rutina de higiene emocional”. No se trata de positividad tóxica ni de forzar la alegría, sino de programar tu subconsciente para que empiece a buscar pruebas de que esa afirmación es cierta. Cuando lo haces, tu mente filtra la realidad de otra manera.
Yo misma lo probé de manera intermitente al principio. A veces me acordaba ya entrada la mañana. Pero con el tiempo este hábito se volvió automático, y ahora el simple hecho de pensar en ello me sorprende: he programado al cerebro para que analice por su cuenta lo que agradecer ese día.

Gratitud consciente
Si te gusta el concepto, y quieres ir más allá, muchas personas escriben habitualmente un diario de gratitud. Y puede ser una herramienta fantástica, siempre y cuando se haga con motivación. No se trata de llenar páginas sin pensar, sino de dedicar unos minutos a escribir tres o cinco cosas por las que te sientas realmente agradecido ese día.
En mi experiencia, cuanto más breve sea el listado, más duradero será el hábito. Recuerdo que cuando trataba de escribir quince agradecimientos rápidos, la práctica se volvía mecánica y casi sin sentido. En cambio, al parar y profundizar en pocos puntos, las emociones positivas se intensifican.
En este sentido, los estudios demuestran que esta práctica sostenida ayuda a mejorar la autoestima y favorece conductas más generosas hacia los demás. Y lo mejor: los resultados se notan en lo cotidiano, en esa forma de encarar las pequeñas incomodidades de cada día. Una práctica diaria y constante, por sencilla que sea, acaba por moldear la forma en la que vives y percibes la vida. Y aunque parezca algo diminuto, es la suma de estos gestos lo que transforma el día.
En resumen, lo único que necesitas para llevar a cabo este hábito es tener las ganas de cultivarlo: agradecer, aunque sea lo mínimo, y recordarte, que la actitud con la que empiezas la mañana es la brújula que guiará las horas que siguen. Ahora toca hacer la prueba: mañana, antes de levantarte, piensa o escribe tres cosas que agradeces. Hazlo durante una semana. Y observa cómo poco a poco algo sutil se vuelve indispensable.