Una casa puede cambiar radicalmente cuando se incorpora una pieza de arte. No hablamos de un accesorio más, sino de algo que reconfigure la manera de mirar. Ese es el efecto de las obras de Bleg, artista francés nacido en Bretaña en 1995, que ha encontrado en el trazo grueso y firme su forma de hablar con el mundo.
Sus figuras, a veces humanas y a veces cercanas a lo abstracto, funcionan como símbolos en clave contemporánea: te atrapan desde el primer momento, pero siempre dejan una puerta abierta a la interpretación. Lo interesante es que Bleg no persigue un resultado calculado, sino que abraza la espontaneidad como parte esencial de su proceso creativo. De ahí que cada obra sea, en cierto modo, un pequeño accidente feliz que acaba transformándose en lenguaje gráfico propio.

Bleg no viene de una academia de arte ni de un taller tradicional. Su formación como ingeniero y arquitecto lo empujó a mirar el espacio de otra manera. Y aunque empezó a pintar oficialmente en 2018, confiesa que su verdadera entrada al mundo creativo se dio en la adolescencia: «Mi inicio en el arte ocurrió en el instituto, cuando con unos amigos montamos un colectivo de collages digitales surrealistas y absurdos. Esa experiencia me marcó, y tras terminar mis largos estudios era natural que el arte volviera a mí».
De la ingeniería al arte
La biografía de Bleg podría sonar contradictoria: años de cálculo y planos exactos que desembocan en un estilo deliberadamente impulsivo. Pero justo ahí está la gracia. «Soy alguien que dibuja y pinta mucho; no me limito a un solo trabajo por semana. Mi proceso es rápido, parto de un gesto en bruto que se ha hecho natural con la repetición«, explica. Esa necesidad de soltar la mano le permite producir una gran cantidad de obras, aunque también admite que entre lo que crea y lo que enseña existe un filtro muy exigente: «Busco siempre la composición perfecta».

Si se mira con detalle, casi siempre aparece un rostro humano como detonante. «A menudo empiezo con un perfil, y a partir de ahí la obra se despliega sola». Esa espontaneidad está ligada a lo que él mismo llama el «accidente artístico», una especie de hallazgo inesperado que surge cuando se permite perder el control sin dejar de dirigir la mano.
Una gráfica que bebe de la arquitectura
La formación técnica de Bleg no desaparece; se filtra en sus materiales y herramientas favoritas. «Me gustan los rotuladores biselados o los pinceles planos, los spalters, porque me permiten trazar líneas consistentes con ángulos bien definidos. Esa cualidad gráfica quizá venga de mi pasión por los planos arquitectónicos«. El soporte suele ser lienzo o papel, siempre con acrílico, y con un gusto por la visibilidad del trazo, casi como si mostrara la respiración detrás de cada línea.

En sus series, disponible por un tiempo en Kave Gallery, esta dualidad entre control y espontaneidad se hacía evidente. El artista presentó tres conjuntos de pinturas: «La primera son personajes sobre fondo marrón, que me gustan mucho porque transmiten movimiento. Luego están los tótems azules y otras dos obras también en marrón, que son como instantáneas, composiciones simples con mi estilo gráfico que ganan complejidad con las transparencias y las capas».
Caos productivo, calma necesaria
No sorprende que alguien que dibuja sin parar necesite moverse constantemente. «Soy muy dinámico cuando creo y necesito que haya cierto desorden en el estudio. Al principio pensé que era malo organizando, pero descubrí que me gusta esa atmósfera un poco caótica. Hay bocetos en el suelo, pinceles, botes de pintura… y como no suelo tener un plan definido, ese desorden me guía y me da ideas».

Eso sí, Bleg separa radicalmente su espacio de trabajo del doméstico: «No podría vivir en ese caos. Me gusta que mi casa sea un lugar tranquilo y acogedor, donde recargar las pilas creativas«. Esa necesidad de equilibrio conecta con la esencia de Kave Home: un hogar cuidado y estético, pensado para ser vivido y disfrutado, incluso cuando tu jornada laboral está hecha de manchas de pintura.
El encuentro con Kave Home
La colaboración con Kave Gallery fue un paso natural para alguien que se mueve entre arquitectura, pintura y símbolos mitológicos. «Estoy muy orgulloso de esta propuesta porque me parece que la selección de la marca es muy refinada e interesante. Me atrae mucho esa sensación orgánica y de madera, muy contemporánea. Personalmente tengo debilidad por la colección Mailen”.
En esta colaboración efímera, Bleg ofrecía piezas únicas, sin posibilidad de réplica. Lienzos de algodón montados sobre bastidor de madera y trabajados con acrílico. Obras irrepetibles que, como él mismo dice, son «un vocabulario gráfico que me sé de memoria y que uso para componer poemas visuales improvisados».
La inspiración, en este caso, tiene doble cara: «Los tres personajes vienen de cuadros que hice este verano; para mí es una forma de inmortalizarlos. Los veo como imágenes mitológicas extraídas de distintas culturas e integradas en mi universo gráfico». Las otras composiciones son más libres, un ejercicio de dejarse llevar hasta que el dibujo encuentra su propia lógica.

Lyon, cafés y viajes
Aunque lleva casi una década instalado en Lyon, no tiene un único espacio de referencia para crear: «No tengo un lugar favorito; puedo estar en una mesa de café, en mi estudio o incluso lejos de casa cuando viajo. Cada sitio me inspira cosas distintas». Esa flexibilidad va en línea con su idea de arte como algo que nunca se detiene.
Arte que quiere entrar en tu casa
La apuesta de Kave Home por abrir un espacio como Kave Gallery conecta con esta forma de entender el arte: piezas que no se quedan en museos ni talleres, sino que entran en casa para dialogar con muebles, texturas y objetos cotidianos. La colección de Bleg es un buen ejemplo de ello: personajes y tótems que parecen querer salirse del lienzo, líneas que se convierten en arquitecturas interiores, símbolos que invitan a ser interpretados.