Estilo clásico: cómo decorar espacios con historia, calma y elegancia

El estilo clásico renace con materiales nobles, luz natural y líneas depuradas

Una mirada actual a la elegancia que no pasa de moda.

El estilo clásico es la definición de elegancia atemporal. Arraigado en la tradición europea y con influencias claras del diseño grecorromano, este estilo se caracteriza por su equilibrio, su estructura y su capacidad para resistir el paso del tiempo. Y siempre, con lujo silencioso y sofisticación.

Surgido en el siglo XVII, el interiorismo clásico ha sabido mantener su vigencia hoy día gracias a su sentido del orden y su amor por los materiales nobles. Cada elemento —desde una moldura bien proporcionada hasta una lámpara de araña o una tela con textura— cumple un papel en un hogar clásico.

El estilo clásico nunca desaparece, solo se transforma

Nada está puesto al azar: los acabados, las texturas y los muebles conviven en perfecta sintonía para crear ambientes calmados, refinados y serenos. No pueden ser ni excesivos ni estridentes, todo lo que conviva en él debe ser sobrio, elegante y actual. Ideal para quienes valoran la calidad, los detalles bien pensados y una atmósfera con cierto aire señorial. Porque hay tendencias que, simplemente, nunca pasarán de moda.

Más que un estilo, el clásico es una forma de entender el espacio: ordenado, armonioso y siempre elegante. Se reconoce por su amor a las proporciones bien trazadas, los techos altos, los suelos de madera, las molduras que enmarcan las estancias y una iluminación íntima y cuidada. Aquí no hay cabida para lo improvisado: todo elemento está elegido con intención. Elegir lo clásico es apostar por la calidad, por lo que trasciende modas, con elegancia.

Opulencia y detalles arquitectónicos

En el interiorismo clásico, la arquitectura es un ornamento más. Molduras elaboradas, cornisas, paneles y rodapiés no actúan como simples adornos; son detalles elegantes que hablan del pasado con un toque moderno. Estos elementos con carácter funcionan como el marco perfecto para un estilo decorativo y funcional. En casas contemporáneas, se integran con sorprendente naturalidad, suavizando líneas modernas y aportando riqueza visual.

La nueva elegancia: respetar la historia sin renunciar a la modernidad.

Textiles que arropan y elevan la decoración

En el estilo clásico, los textiles visten y definen las estancias. Su presencia da textura, profundidad y una sensación de lujo sutil, pero sin resultar excesivo. El terciopelo, con su brillo y suavidad inconfundibles, aporta una nota de opulencia tanto en tapicerías como en detalles decorativos. El lino, más ligero y natural, equilibra esa riqueza con frescura y elegancia discreta.

Por otro lado, la piel, presente en muchas butacas, sillas y sofás, da calidez a través de piezas bien pensadas, mientras que la cachemira, puro tejido clásico, convierte cualquier rincón en un refugio acogedor. Así, los textiles no pasan desapercibidos, pero tampoco buscan protagonismo: simplemente complementan con elegancia.

La elegancia está en la paleta

Los tonos neutros son la clave del estilo clásico. Blancos rotos, beiges cálidos, grises suaves y tonos arena crean una base envolvente, equilibrada y serena. Pero el clásico no se queda ahí. Azules profundos, verde oliva o terracota dan un toque de profundidad sin romper la armonía. El azul marino, en particular, es un color capaz de introducir una nota de sobriedad elegante; los tonos terrosos, en cambio, conectan el interior con lo natural, aportando calidez.

El resultado es una paleta atemporal que evita los contrastes marcados, pero no renuncia a la personalidad. Una forma sutil -y muy efectiva- de dar carácter sin perder la esencia del clasicismo.

El clasicismo se renueva en detalles como este candelabro de mármol y metal.

La magia de los estampados

Los estampados tampoco son un detalle al azar. La clave está en combinar motivos, enriqueciendo el hogar sin sobrecargarlo. El paisley, con su delicado diseño de lágrimas, se usa frecuentemente para dar elegancia atemporal. Las rayas, especialmente las gráficas, como las inspiradas en la cebra, generan movimiento y ritmo.

Mientras tanto, las manchas de leopardo o guepardo de forma sutil pueden dar un toque de personalidad. Cuando se combinan con criterio, estos patrones dejan de ser meros adornos para convertirse en un lenguaje que despierta los sentidos y narra una historia.

Mobiliario con alma

No cualquier pieza logra imprimir carácter y elegancia a un hogar, pero algunas tienen ese poder innato. Los sofás tipo Chesterfield, con su icónico capitoné, y las butacas Luis XV, de líneas delicadas y curvas refinadas, son ejemplos de muebles que tienen el poder de elevar cualquier estancia. También lo son las mesas de madera, cálidas y con textura, con sus detalles artesanales, creando un contraste perfecto entre lo noble y lo sofisticado.

Elegir muebles así es optar por la calidad y la personalidad, construyendo un hogar donde cada rincón es un sinónimo de estilo, historia y buen gusto.