¿De dónde salen las cerámicas de Ellande Jaureguiberry?

Así trabaja Ellande Jaureguiberry, el artista que lleva el mar a la mesa

Piezas de arcilla pintadas con lápices de colores, entre escultura y objeto cotidiano.

El primer contacto con una de las piezas de Ellande Jaureguiberry genera desconcierto: ¿es un frutero, una escultura, una ruina encontrada en el Mediterráneo? La respuesta es “todo a la vez”. El artista nacido en 1985, que vive y trabaja en París, convierte la arcilla en objetos híbridos, con aspecto de hallazgo arqueológico y función doméstica. Esa ambigüedad es justo lo que los hace interesantes.

«Empiezo con un boceto rápido y después me dejo guiar por la arcilla tanto como ella me guía a mí. A veces es una danza, otras una lucha», explica desde su taller donde comparte mesa, hornos y conversaciones con decenas de creadores.

Eugen. Sus formas evocan ruinas con huellas de vida, mientras los suaves tonos pastel recuerdan los reflejos del sol sobre el agua.

Su biografía no cabe en un párrafo breve, pero lo vamos a intentar: Se graduó en la École Supérieure d’Arts et Médias de Caen en 2016 con felicitación del jurado, vivió un año en Berlín, pasó por residencias en París y más tarde viajó a Jingdezhen, la ciudad china considerada capital de la porcelana. Aquella estancia le permitió investigar la tradición milenaria de la cerámica en colaboración con ENSA Limoges y la ciudad de Limoges.

Desde entonces, su obra ha circulado por galerías y ferias en Bruselas, Burdeos, Ginebra, Miami y París, entrando incluso en colecciones tan relevantes como el FRAC Nouvelle-Aquitaine, el Fond d’Art Contemporain de París o la Carmignac Foundation. Hoy trabaja desde POUSH Manifesto, un gran espacio colectivo en Aubervilliers que se ha convertido en laboratorio de artistas internacionales.

Cerámica y lápices de colores

Aunque su currículum hable de instituciones y colecciones, lo más distintivo de Jaureguiberry no está en la lista de lugares donde ha expuesto, sino en el material y la forma en que lo trata. Sus esculturas parten de la arcilla, pero no terminan con un esmalte convencional, sino con lápices de colores que utiliza para pintar la superficie. Ese gesto introduce una capa inesperada: el barro cocido, sólido y pesado, se cubre con trazos que recuerdan a la fragilidad del papel. Le interesa la tensión entre lo que podría parecer una ruina ancestral y lo que parece dibujo infantil, entre lo que dura siglos y lo que se borra en segundos.

Tampoco es algo arbitrario que el mar aparezca siempre en sus respuestas cuando habla de inspiración. «Todo me inspira, pero creo que el mar es muy importante para mí», explica. Creció en Biarritz, frente al Atlántico, y de ahí surge una sensibilidad muy marcada hacia el agua, las ruinas marinas, los objetos sumergidos. «Me inspiré en los exvotos encontrados en el fondo del océano o en el Mediterráneo. Tengo la idea de ruinas donde se ven huellas de vida, partes del cuerpo”, cuenta.

Las tonalidades pastel de sus piezas, como ocurre en Eugen, evocan los reflejos del sol en el agua, mientras que las superficies rugosas sugieren erosión, sal y tiempo acumulado.

Nora. Inspirada en el misterio del mar y los exvotos hallados en el Mediterráneo, esta cerámica fusiona arte, funcionalidad y decoración.

Cada pieza tiene además una función práctica. “Mis esculturas suelen tener una función. Se puede colocar fruta sobre ellas, ya sea con fines decorativos o de consumo”, dice. Es arte, pero también objeto cotidiano. Nunca una granada tuvo tanta fuerza estética como al ser puesta sobre su cerámica Nora.

En su día a día, divide su trabajo en dos espacios. En casa realiza los dibujos, rodeado de libros y discos que alimentan su imaginario, mientras que en el taller trabaja la arcilla, con hornos y herramientas que le permiten moldear y cocer las piezas. Ese desdoblamiento explica la mezcla constante entre lo gráfico y lo escultórico: los bocetos rápidos en papel terminan convertidos en volúmenes de barro esmaltado.

La colaboración con Kave Gallery le ha permitido llevar esa investigación a un territorio diferente: el espacio doméstico. “Para mí, colaborar con una empresa como Kave Home, que promueve el trabajo de artistas independientes dándoles total libertad, es muy importante y una muestra de respeto”, afirma.

Sus piezas para la marca mantienen la esencia experimental de su práctica: esculturas únicas, irrepetibles, que funcionan tanto como objetos utilitarios como obras de arte. Un cruce perfecto con la filosofía de Kave Gallery, pensada para acercar el arte contemporáneo al hogar sin restarle complejidad ni profundidad.

Vertumne. Una pieza de arte única y funcional, concebida para transformar cualquier espacio con su belleza y significado.

Lo más interesante de sus esculturas como Vertumne es esa doble condición: parecen restos arqueológicos, pero tienen una función concreta; recuerdan al fondo del mar, pero están hechas para sostener fruta en la mesa del salón. En tiempos en los que la cerámica decorativa abunda como mero complemento, Jaureguiberry plantea algo distinto.

Al final, lo que proponen sus obras es un pequeño ejercicio de imaginación: colocar en casa algo inesperado que al mismo tiempo es un objeto útil. Esa paradoja, más allá de su estética, es lo que las hace relevantes. En cada escultura de Ellande Jaureguiberry conviven lo poético y lo cotidiano. ¿Seguro que estas esculturas no han existido desde siempre?