Noviembre es el mes en que la casa empieza a pedir atención. Los días se acortan, las ventanas se cierran más tiempo y el aire se vuelve más denso. Es el momento perfecto para hacer una limpieza profunda: airear, ordenar y preparar cada rincón antes del invierno. Más que una rutina de limpieza, se trata de un gesto de renovación. Dejar que entre el aire fresco, que los espacios respiren y que el hogar vuelva a sentirse claro, limpio y cálido.
Antes de empezar, conviene hacerlo con calma y propósito. Divide el trabajo en pequeños pasos, prepara tu kit ecológico —vinagre blanco, bicarbonato, jabón de Marsella, percarbonato y paños de microfibra— y ventila bien. Cada mezcla casera que prepares debe ser sencilla, segura y, sobre todo, respetuosa con el aire que respiras.
Mini-calendario de noviembre (organízalo en 1 semana)
- Día 1–2: Armarios (ropa + textiles + calzado).
- Día 3–4: Cocina (electrodomésticos + frentes + campana + frigorífico).
- Día 5: Ventanas, persianas y cortinas.
- Día 6: Suelos, zócalos, radiadores y puertas (paño húmedo + jabón suave; antical en grifos).
- Día 7: Repaso general y cesta de productos preparada para diciembre.
Armarios: el cambio de estación
Empieza por los armarios. Son los primeros que acumulan polvo, fibras y olores sin que lo notemos. Vacíalos poco a poco, prenda a prenda, aprovechando para revisar lo que realmente usas. Limpia las baldas con un paño humedecido en agua tibia y jabón de Marsella. Si hay olores, espolvorea un poco de bicarbonato, deja actuar unos minutos y retira con un paño seco.
El aire de noviembre es ideal para ventilar prendas de lana o abrigo: déjalas colgadas junto a una ventana abierta durante una hora y recuperarán su frescura. Guarda las prendas de verano en fundas transpirables y deja a mano las de invierno, dobladas y ordenadas. Entre ellas, puedes colocar saquitos de lavanda, hojas de laurel o pequeños trozos de madera de cedro: perfuman y alejan los insectos.
Evita guardar los zapatos dentro del mismo armario. Además de acumular polvo y olores, interrumpen la frescura de la ropa limpia. Un zapatero cerrado o una zona ventilada en la entrada será siempre mejor opción.
Cocina: recuperar el brillo sin tóxicos
La cocina es el corazón del hogar y, en noviembre, conviene darle un respiro antes de las fiestas.
Comienza por las superficies más visibles: encimeras, azulejos y frentes de armarios. Una mezcla de vinagre blanco, agua caliente y unas gotas de jabón natural elimina grasa y desinfecta sin dejar rastro.
Para las zonas más difíciles —como la campana o el horno— el bicarbonato será tu aliado. Haz una pasta con agua, aplícala sobre las manchas y deja que actúe antes de retirarla con un paño húmedo. En pocos minutos, volverá el brillo.
Vacía el frigorífico y limpia los estantes con jabón suave. Después, pasa una solución de vinagre y agua para neutralizar olores y mantener un entorno higiénico. Un pequeño cuenco con bicarbonato dentro del refrigerador ayudará a absorber la humedad y los olores durante semanas.
Los grifos y el fregadero, por su parte, agradecerán un tratamiento antical natural. Diluye ácido cítrico en agua, pulveriza, espera unos minutos y seca con un paño suave. Volverán a brillar sin necesidad de químicos agresivos.
Aprovecha este momento para reorganizar la despensa. Revisa fechas de caducidad, guarda los alimentos en tarros de cristal y deja libre una balda para las recetas y dulces del invierno que llega.
Ventanas: recuperar la luz
Limpiar las ventanas en noviembre es una forma de invitar a la luz del invierno a entrar. Empieza por los marcos y las juntas, que suelen acumular polvo. Pasa un paño húmedo con jabón neutro y seca bien. Para los cristales, basta una mezcla de vinagre y agua tibia: limpia, desengrasa y deja un brillo natural sin marcas. Si tus ventanas tienen persianas, aprovecha para limpiar los carriles y pasar un cepillo suave por las lamas.
Revisa también los burletes: un sellado correcto evitará corrientes y mejorará el aislamiento cuando llegue el frío. Y no olvides las cortinas. Un lavado suave con jabón de Marsella y una cucharada de percarbonato devolverán la claridad al tejido. Si prefieres no lavarlas todavía, un golpe de vapor bastará para refrescarlas.
Repaso general: el poder de lo sencillo
No necesitas productos complicados ni perfumes artificiales. La combinación de agua, vinagre y jabón natural basta para limpiar casi toda la casa. Si quieres añadir un toque aromático, utiliza aceites esenciales de lavanda, limón o eucalipto, siempre en pequeñas dosis. Además de perfumar, ayudan a purificar el aire.
El percarbonato es el mejor aliado para blanquear paños y manteles, mientras que el bicarbonato neutraliza olores y suaviza superficies. Y, si tienes una máquina de vapor, úsala para desinfectar textiles y juntas sin dejar residuos. Lo más importante es no mezclar productos incompatibles —como vinagre con lejía o amoníaco— y etiquetar las mezclas caseras para mantenerlas seguras.
Trucos de productos ecológicos (que funcionan)
- Multiusos casero: 500 ml agua tibia + 100 ml vinagre + 1 cda jabón de Castilla + 10 gotas de aceite esencial de lavanda o limón (opcional).
- Antical natural: 1 cda ácido cítrico en 250 ml de agua templada. Pulveriza, espera, aclara.
- Desengrasante de choque: pasta de bicarbonato + agua; deja actuar y retira con vinagre diluido (enjuaga después).
- Blanqueante sin cloro: percarbonato (activa con agua ≥40 °C). Ideal para paños, toallas y manteles.
- Vapor: excelente para juntas, textiles y desinfección ligera, sin perfumes ni residuos.
Importante: no mezclar vinagre/ácido cítrico con lejía o amoníaco. Guarda las soluciones caseras etiquetadas y fuera del alcance de niños y mascotas.
Una casa que se prepara para el invierno
La limpieza de noviembre no es solo una tarea práctica: es un ritual de bienestar. Al limpiar y ordenar, también ordenamos el ánimo. Cada rincón que recupera su brillo devuelve ligereza al hogar. Los armarios huelen a lavanda, la cocina respira aire nuevo y las ventanas dejan pasar la luz del invierno.
Con gestos simples y productos naturales, la casa se renueva y se prepara para lo que viene: días más lentos, reuniones en torno a la mesa y el placer de estar dentro. Porque cuidar del espacio que habitamos es, en el fondo, una forma de cuidarnos a nosotros mismos.