El momento del postre es, quizá, el más esperado de cada comida. Esa pausa dulce que culmina una reunión familiar, una sobremesa entre amigos o un instante íntimo para uno mismo. En él, un bizcocho puede convertirse en el aliado perfecto: sencillo, suave y capaz de conquistar cualquier paladar.
Entre todos, pocos resultan tan evocadores como el bizcocho de limón glaseado. Su aroma fresco despierta recuerdos, su textura suave reconforta y su sabor —ligeramente ácido y dulcemente luminoso— convierte cada bocado en un final idílico. Una receta sencilla que encierra la magia de lo auténtico.
Receta de bizcocho de limón glaseado
Ingredientes
- 200 g de azúcar
- 3 huevos
- 200 g de mantequilla sin sal
- 200 g de harina de trigo
- 1 cucharada de levadura en polvo
- Zumo de 1 limón
- Ralladura de 2 limones
- Una pizca de sal
Para el glaseado
- 150 g de azúcar glas
- Zumo de 1 limón
Preparación
- Precalienta el horno a 180 ºC.
- Bate la mantequilla a temperatura ambiente con el azúcar hasta obtener una crema suave y clara.
- Añade los huevos uno a uno, batiendo bien tras cada adición.
- Incorpora la ralladura y el zumo del limón y mezcla con suavidad.
- Tamiza la harina con la levadura e intégrala poco a poco con movimientos envolventes.
- Engrasa un molde rectangular con mantequilla y espolvorea harina.
- Vierte la masa y hornea unos 40 minutos, o hasta que al pinchar con un palillo, salga limpio.
- Mientras, prepara el glaseado mezclando el azúcar glas con el zumo de limón hasta lograr una consistencia espesa y blanca.
- Deja enfriar el bizcocho, desmóldalo y vierte el glaseado dejando que se deslice de manera natural.
Cómo servir y acompañar el bizcocho
Este bizcocho es una delicia por sí solo, pero algunos detalles pueden elevar aún más su sabor y su presentación. Servido en vajilla de porcelana blanca, adquiere un aire delicado y atemporal. Acompañado de frutos rojos frescos o de una compota de arándanos, gana color, contraste y frescura.
También es perfecto para la merienda, junto a una taza de té o un café suave, o en pequeñas porciones individuales si se hornea en moldes de magdalenas. Así, un postre sencillo se convierte en un gesto elegante y versátil, capaz de adaptarse a cualquier ocasión.