La pared del sofá es el telón de fondo de nuestras tardes en casa: las charlas, las siestas, las películas. Es también una de las zonas más grandes y visibles del salón, y quizá por eso cuesta tanto acertar al decorarla. Si la dejamos vacía, el espacio puede parecer inacabado. Pero si nos excedemos, pierde serenidad. La pregunta es inevitable: ¿dejarla en blanco es un error o una declaración de estilo?
Una pared con más poder del que parece
Para la interiorista Asun Antó, del estudio Coton et Bois, «dejar sin decorar la pared del salón es un error, porque es una de las paredes más importantes del salón y me atrevería a decir que de la casa». Según cuenta en la revista El Mueble, este muro no solo enmarca el sofá: define la atmósfera de todo el espacio. «El salón es una zona de reunión, donde pasamos muchas horas a lo largo del día, y hay que convertirlo en un lugar acogedor, en el que apetezca estar y que tenga personalidad», añade.
Más allá del cuadro: recursos para darle vida
Durante años, la respuesta más rápida ha sido colgar un cuadro. Sin embargo, los interioristas coinciden en que esta fórmula, aunque segura, no siempre logra crear carácter. «Quedarnos solamente con el tópico de los cuadros decorativos me parece un error, cuando podemos ir mucho más allá», advierte también Asun Antó. Entre las soluciones más sugeridas destacan:
- Un gran lienzo XL que actúe como pieza protagonista y aporte cohesión al conjunto.
- Un espejo con presencia, ideal para salones pequeños o con poca luz natural. Multiplica la luminosidad y amplía visualmente el espacio.
- Revestir con espejo de suelo a techo, una opción sofisticada que refleja la estancia y aporta profundidad.
- Composiciones de espejos o marcos ligeros, mezclando piezas de distintos tamaños y acabados.
- Paneles de madera o tejidos naturales, que suman textura sin saturar.
Cuando el vacío también decora
No siempre hace falta añadir objetos. En salones con mobiliario contundente o materiales muy expresivos —una pared de piedra, un sofá de terciopelo o una estantería cercana—, la ausencia puede ser el mejor gesto.
En estos casos, los interioristas recomiendan reforzar el entorno con iluminación cálida, molduras sutiles o una pintura con matices, como un tono arena, lino o gris humo. El objetivo: dejar que la serenidad ocupe el espacio.
El equilibrio perfecto: carácter sin exceso
Decorar la pared del sofá exige el mismo criterio que elegir el sofá: debe dialogar con el conjunto, no imponerse. Los expertos aconsejan buscar un punto medio entre presencia y calma. Una pieza bien elegida basta para «transformar por completo el salón sin necesidad de añadir mucho más”, afirma Asun Antó en el mismo artículo.
En última instancia, se trata de crear una atmósfera coherente. Si el salón tiene vocación de refugio, la pared tras el sofá puede convertirse en su mejor lienzo: un espejo que multiplica la luz, un cuadro que habla de nosotros o una textura que invita a quedarse.
Dejar la pared del sofá sin decorar no es un error, siempre que sea una decisión consciente. Pero si queremos que el salón respire armonía y refleje nuestro estilo, ese espacio merece atención. A veces basta un detalle, una pieza significativa o incluso una sombra bien colocada. Lo importante es que cada pared —también la del sofá— forme parte de la historia que cuenta nuestro hogar.